Sr. Pilkington
El Sr. Pilkington es el dueño de la granja Foxwood, colindante con la Granja Animal. El narrador nos cuenta que es “un agricultor señorial e indolente que pasaba la mayor parte del tiempo pescando o cazando, según la estación” (4.2). No se la lleva bien con su otro vecino, el Sr. Frederick “…los dos se odiaban tanto que era difícil que se pusieran de acuerdo, ni aun en defensa de sus propios intereses” (4.2). Los antagonismos tienen más sentido cuando nos damos cuenta de que el Sr. Pilkington es un símbolo de Occidente (EEUU y Reino Unido) y que el vecino con el que pelea representa a Alemania.
Tanto Pilkington como Frederick están preocupados por la rebelión en la Granja Animal porque piensan que el espíritu revolucionario puede regarse a sus propios animales. Nos enteramos de que Piklington habla de una “maldad terrible” en la Granja Animal para mantener la paz en su propia granja (4.3). Una vez que Napoleón reabre las negociaciones con los humanos, a veces negocia con Pilkington y a veces con Frederick, pero nunca con ambos al mismo tiempo.
Las cosas se complican entre Pilkington y Napoleón cuando éste último rompe su promesa de venderle al primero una pila de madera. Por un tiempo, las relaciones de Napoleón con Piklington eran “casi amistosas” y Napoleón parecía odiar a Frederick tanto como Pilkington (8.7). Pero a último minuto, Napoleón cambia de parecer y le vende la madera a Frederick. Poco después nos enteramos que los animales comienzan a corear “Muerte a Pilkington” (8.11).
Sin embargo, cuando Napoleón se da cuenta de que Frederick lo ha engañado, manda a las palomas a hablar con Pilkington para restituir las relaciones. Al mismo tiempo en que Frederick y sus hombres avanzan hacia la Granja Animal, las palomas regresan con un mensaje simple: “Se lo tiene merecido” (8.16). Las relaciones entre la Granja Animal y Foxwood parecen estar completamente rotas.
El Sr. Pilkington y la Rusia de Stalin
El episodio completo es una alusión al infame pacto de no agresión que firmaron Stalin y Hitler en 1939. Hitler y Stalin fueron enemigos por años; en los años 30 del siglo pasado, los distintos partidos comunistas del mundo definían su misión en términos prácticamente antifascistas. Anteriormente, Stalin había estado a punto de firmar una alianza antigermánica con Gran Bretaña y Francia antes de que las negociaciones se rompieran y la alianza se desmoronara. Por ello, el anuncio en 1939 de un pacto de no agresión entre la Alemania Nazi y la Rusia de Stalin, cayó como un plomo, desilusionando a los idealistas de izquierda (entre ellos George Orwell) quienes todavía se aferraban a los ideales socialistas que suponían que prevalecían en la Unión Soviética. El pacto de no agresión pareció probar que Stalin era, simplemente, otro tirano más, y que la retórica socialista acerca de la revolución de los trabajadores era pura propaganda. Solo cuando Hitler rompió el pacto, lanzando una enorme ofensiva sorpresa para invadir Rusia, en junio de 1941, fue que Stalin, repentinamente, regresó a su pose antifascista, buscando la alianza con Occidente (más sobre el pacto de no agresión en “Simbolismo, imaginería y alegorías).
Al final de la novela, Napoleón invita a Pilkington a la casa de la granja para una cena lujosa. La escena probablemente representa la Conferencia de Teherán, una reunión llevada a cabo en 1943 entre los líderes del Reino Unido, EEUU y la Unión Soviética. En esta reunión, Stalin, el Primer Ministro Británico Winston Churchill y el presidente de EEUU Franklin D. Roosevelt, acordaron una estrategia militar conjunta por lo que quedara de guerra y comenzaron un plan de postguerra. Entre esos planes estaba la apropiación de buena parte de Europa del Este por parte de la Unión Soviética (más detalles de la conferencia de Teherán en “Simbolismo, imaginería y alegorías”).
Como Rebelión en la Granja finaliza con una representación de la conferencia de Teherán, el humor es optimista y tenso. Pilkington hace un brindis por Napoleón y bromea “… ¡si bien ustedes tienen que lidiar con sus animales inferiores […] nosotros tenemos nuestras clases bajas!” (10.24). El libro termina con Pilkington y Napoleón discutiendo cuando descubren “simultáneamente un as de espadas cada uno”. En otras palabras, descubren que ambos están haciendo trampa en un juego de cartas (10.31). Orwell, antes que la mayoría, vio que la alianza entre Rusia y Occidente, era artificial, llena de tensión y condenada al fracaso.