Pájaros
Cuando pensamos en ángeles, a la mayoría de nosotros se nos viene a la mente un par de alas, pero no como las que tiene este hombre viejo. Lo más seguro es que nos imaginemos unas alas fuertes y grandes, tan blancas como la nieve, pero el pobre recién llegado tiene "alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, […] encalladas para siempre en el lodazal".
¿Te apetece seguir indagando en el tema? En América, los "gallinazos" suelen hacer referencia a los buitres. De modo que, cuando leas "alas de gallinazo", piensa en algo como esto. Tienen poco de hermosas, ¿no crees? En Europa, se parecen más a los majestuosos halcones. El hecho es que, aunque los ángeles puedan estar asociados a la muerte, normalmente pensamos en seres más solemnes, no en carne podrida o huesos roídos.
Al sorprendernos con estas metáforas nos ponemos en la piel de los lugareños, quienes, al escuchar que verían un ángel, probablemente no esperaban ver lo que vieron, algo más parecido a una "enorme gallina decrépita" que a una magnífica ave de presa. El hombre viejo no se libra ni cuando se aleja del pueblo volando:
"Elisenda exhaló un suspiro de descanso, por ella y por él, cuando lo vio pasar por encima de las últimas casas, sustentándose de cualquier modo con un azaroso aleteo de buitre senil".
Ángel terrenal
Al distorsionar la mitología (comparando ángeles con gallinazos y buitres en lugar de aves majestuosas), García Márquez consigue algo interesante: dota de "realismo" al "realismo mágico".
Resulta fácil hablar de ser bueno y generoso cuando piensas en el cielo, donde todo está limpio y huele a suavizante. ¿Pero qué hay de la verdadera esencia de la vida? ¿Qué ocurre cuando ese ángel en el que crees baja a la tierra y resulta ser un hombre viejo y sucio en lugar de un hermoso querubín? ¿Qué bien hace la religión en ese caso?