Carlos y Keeky Cordero
Esperanza no habla mucho de sus hermanos pequeños, Carlos y Kiki; solo dice que cumplen a rajatabla su regla suprema en contra de fraternizar con niños del sexo opuesto cuando no están en casa. A los niños les gusta hacerse los duros: son vigilantes en la escuela y les gusta estar afuera cuando hace frío y llueve porque creen que los hace ver más fuertes. Estas manifestaciones de su incipiente masculinidad son tiernas, pero nos preguntamos si los roles de género que están aprendiendo a imitar no contribuyen a los problemas de sexismo y violencia que vemos más tarde en la novela.