El reverendo Juan Hale

El reverendo Juan Hale

Un viaje personal que pondría celoso a Ulises

No hay arco de transformación tan pronunciado como el de este personaje. Hale comienza con una venganza al estilo Van Helsing (en contra de las brujas, no de los vampiros) y termina como un hombre cínico y deshecho.

Con la notable excepción de Juan Proctor, creemos que Hale es el personaje más complejo de Las brujas de Salem. Arranca con buenas intenciones, aunque con un poquín de resentimiento. En el primer acto, Miller escribe de Hale: "Su objetivo es la luz, la bondad y su preservación". Este tipo ha entrenado como loco para ser el mejor cazador de brujas de todos los tiempos, y está muy entusiasmado de poder mostrar lo que aprendió. Aunque quizás sea un poquito arrogante, su principal objetivo es luchar con valentía contra el Diablo. ¿Qué hay de malo en eso?

Bueno, bastante.

En el tercer acto, vemos como comienza a flaquear la confianza de Hale. Esto queda demostrado cuando va a la casa de los Proctor por su propia voluntad. Está allí sin que el tribunal lo sepa, tratando de averiguar por él mismo quiénes son los Proctor. Esta acción independiente es un indicio importantísimo de que está comenzando a dudar de la validez de sus propias conclusiones. Cuando Juan Proctor es condenado en el tercer acto debido a las evidentes manipulaciones de Abigail, la confianza de Hale se hace añicos. Deja la corte y se va furioso.

La transición del exceso de confianza a la completa desilusión ya es de por sí una gran travesía, pero Miller lleva a su personaje aún más lejos en el cuarto acto. Después de irse un tiempo para examinar un poco su interior, Hale vuelve con la esperanza de salvar algunas vidas. Aconseja a los brujos convictos que confiesen para que no los ejecuten. Sabe muy bien que lo que les aconseja implica que mientan: Perdió toda la fe en la justicia, y es muy probable que su fe en Dios esté flaqueando también.

El último intento de Hale de redimirse fracasa. No logra convencer a nadie de que confiese. Cuando Juan Proctor decide morir como un mártir, Hale le ruega a Isabel que convenza a su marido de cambiar de idea. Le grita:

¿De qué le sirve sangrar? ¿Ha de ser el polvo quien lo alabe? ¿Han de ser los gusanos quienes proclamen su verdad? (IV.207)

Estas palabras demuestran que Hale se convirtió en un hombre completamente diferente al hombre que conocemos al principio de la obra. El torturado reverendo es un gran ejemplo de la clase de personaje rico y moralmente ambiguo por los que Miller es famoso.