La obra como alegoría
No hay mucho simbolismo en esta obra… porque no hace falta. La obra en sí misma es un gran símbolo. Los acontecimientos—los juicios a las brujas y las persecuciones del siglo XVII en Salem, Massachusetts— son una alegoría de la intolerancia del Macartismo.
¿Cómo? Mac… ¿qué?
Llegó la hora de estudiar historia: durante una década, entre fines de 1940 y fines de 1950 (¡la época de la Guerra Fría, chicos!), el gobierno estadounidense desconfiaba profundamente de la posible influencia del comunismo en los ciudadanos y las instituciones. El FBI acusó a miles de personas de practicar "actividades antiestadounidenses" y monitoreó a muchas más. Por lo general, la carrera y la vida personal de la gente acusada de comunista quedaban arruinadas. Y el cabecilla, el cazador de comunistas más conocido, era el senador Joseph McCarthy.
Como si esto fuera poco, la mayoría de las veces, no había pruebas para sostener estas acusaciones o había muy pocas. Sin embargo, el FBI y varios grupos del gobierno encargados de monitorear o acusar gente, como el Comité de Actividades Antiestadounidenses, contaban con el apoyo generalizado de la población del país. (Más información aquí).
Si nos ponemos a buscar, las similitudes entre el Macartismo y la histeria por las brujas de Salem son infinitas. Vamos a describir las más importantes:
Clima de desconfianza
En Salem, todos se cuidan la espalda, preocupados de no parecer lo suficientemente devotos de Dios. Durante la época de McCarthy, los estadounidenses estaban paranoicos por no mostrar tendencias de izquierda… lo que menos querían era parecer (¡brrr!) comunistas.
Lluvia de acusaciones
Durante la época de McCarthy, se podía destruir reputaciones y arruinar vidas con un simple señalamiento del dedo. Si alguien afirmaba que otro era comunista, esa persona se consideraba culpable hasta que demostrara lo contrario.
En Las brujas de Salem, si un grupete de adolescentes te acusa de ser bruja, no se habla más: toda la ciudad te empieza a mirar de reojo.
Vidas inocentes arruinadas
Vamos a hacer una extraña comparación entre Hollywood y Salem, Massachusetts. Sí, una es una helada pesadilla durante siete meses al año y la otra es un paraíso tropical lleno de Botox. Ya lo sabemos.
Pero ambas fueron afectadas por una ola de dementes acusaciones. Más lecciones de historia: en 1947, el Comité de Actividades Antiestadounidenses comenzó a investigar el comunismo en Hollywood. Diez de las personas acusadas de ser comunistas (los llamados diez de Hollywood) se rehusaron a cooperar y fueron acusados de desacato al Congreso.
El 25 de noviembre de 1947, un día después de que el Congreso emitiera las citaciones por desacato a los diez de Hollywood, la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos anunció lo siguiente:
"Los que trabajan para la Asociación serán despedidos o suspendidos de inmediato sin percibir remuneración alguna, y no se volverá a contratar a ninguna de estas 10 personas hasta tanto se dicte su absolución o se revoque su desacato mediante declaración bajo juramento de su parte de que no participa de actividades comunistas. … La Asociación no contratará a nadie de quien se sepa que es comunista, como tampoco a personas, entidades ni grupos de ninguna índole que apoyen el derrocamiento del gobierno de los Estados Unidos por la fuerza o por otros métodos ilegítimos o inconstitucionales".
Más tarde, está lista de diez se extendió a trescientos, y pronto estrellas como Orson Wells y Charlie Chaplin entraron en la lista negra. No podían conseguir trabajo y básicamente se los excluyó de cualquier proyecto en Hollywood.
Naturalmente, esto no fue tan devastador para las celebridades ultra-ricas como Charlie Chaplin… pero para la gente de menos prestigio (y menos dinero), la prohibición se tradujo en un desastre para su profesión y sus finanzas.
Comparemos esto con lo que sucede en Las brujas de Salem. Se pierden muchas vidas inocentes, como las de Juan Proctor y Guillermo Corey, e incluso muchas más quedan arruinadas. Si no confesaban, se los ejecutaba (comparen esto con la situación de los diez de Hollywood), pero si confesaban, ensuciaban su nombre. Básicamente, se podría tomar la declaración de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos que transcribimos arriba, reemplazar la palabra "comunista" por "bruja" y tener una idea de lo que sucede en Las brujas de Salem.
La única manera de salir ileso, tanto en la época de McCarthy como en el mundo de Las brujas de Salem, es dar nombres de otros comunistas/brujas. Esto pone a 99% de la población entre la espada y la pared: arruinarse la vida o condenar a otros para salvar el propio pellejo. Una situación en la que se tienen todas las de perder.