El bibliotecario
Nuestro narrador, un bibliotecario que pasa sus días en soledad, es el único personaje de la historia. Por lo que sabemos, no tiene amigos, enemigos ni familia, a excepción de su padre, a quien menciona una sola vez. De hecho, a veces camina por las galerías durante días sin ver a nadie. Dado que la raza humana está al borde de la extinción, tiene sentido que tenga tan pocos vecinos.
Qué lástima de vida, menos mal que puede refugiarse en sus libros. Aunque, pensándolo bien, ninguno de ellos es legible, y por si eso fuera poco, se está quedando ciego. La verdad es que no nos gustaría estar en su pellejo.
Te preguntarás cómo logra sobreponerse a esa soledad. Pues bien, la respuesta parece estar en su búsqueda del significado del universo. De hecho, esa es su misión en la vida: descubrir el orden que rige la Biblioteca y que explicaría los grandes misterios de la vida. ¿Por qué estamos aquí? ¿De dónde venimos? ¿Qué significa todo esto?
Durante este proceso de búsqueda, el narrador adquiere una gran cantidad de conocimientos sobre historia y se convierte en un hombre versado en la materia, en una especie de académico. Ahora, ya en la vejez, nos revela los principios por los que se rige la Biblioteca, y nos explica las distintas filosofías y los movimientos religiosos que surgieron a lo largo de los años.
Sin embargo, el interés del narrador en la religión no es puramente académico. Por lo visto, una parte de él quiere creer en algo más grande que su persona. Hacia el final de su relato, reza (¿a quién? Eso no queda claro) para que alguien en la Biblioteca obtenga la suma de los conocimientos ahí contenidos, quien sea, incluso si no es él. Al final, descubrimos que lo que mantiene viva su esperanza es la creencia en un universo en orden.