Guy Montag

La pieza que rompe el molde

Puede que tenga un nombre de lo más común, pero Guy Montag tiene poco de ordinario. Ya nos parecía que algo fallaba en su mundo, incluso antes de conocer a Clarisse, y sus actos lo demuestran: no entrega a un renegado (Faber, a quien conoció en el parque recitando poesía), y durante un tiempo se dedica a guardar libros detrás de la rejilla del ventilador. Es curioso, inteligente y partidario del libre pensamiento. Todo un estuche de monerías, ¿verdad?

Error.

En su mundo, estos rasgos se consideran ilegales. Montag no puede andar por ahí dándose palmadas en la espalda por ser un individuo. En su opinión, es un traidor. Aún peor, un bombero traidor, que es el equivalente a un policía corrupto.

¿Crisis de los 40?

Si lo miras desde la perspectiva de Montag, no es de extrañar que salte de una crisis personal a otra durante la mayor parte de la novela.

¿Qué tipo de crisis?, te preguntarás. Cuando Montag no es capaz de cargar con la culpa, comienza a darle vueltas al sentido del yo. Así es, la recurrente crisis de identidad. Todo empieza cuando Clarisse le pregunta si es feliz. Montag siente que "el cuerpo se le dividía […], y que las dos mitades se trituraban entre sí". Imagina que su nueva e indómita mitad no es él, sino Clarisse. Cuando habla, imagina que es ella la que se hace oír a través de su boca.

Más tarde, cuando Faber acaba entrando en la cabeza de Montag mediante el auricular, vuelven a quedar patentes los problemas de identidad. Montag llega incluso a distanciarse de sus propias manos, a las que culpa de infringir todas las leyes. Son sus manos las que actúan, no él. Claro, todo está relacionado con un acusado sentimiento de culpabilidad. Si Montag puede atribuirle sus acciones a Clarisse, a Faber o a sus despreciables manos, él no es responsable de sus crímenes. Estamos ante la clásica línea de defensa: "¡Yo no fui!".

La ignorancia no es felicidad

Su otra gran preocupación es simplemente el desconocimiento. Es infeliz, pero no sabe por qué. Está confundido acerca de su relación con Mildred. ¿La ama? Lo inquieta una confusa insatisfacción de la que no es capaz de librarse porque desconoce su origen y, más aún, su solución. "Voy a hacer algo", dice a su esposa. "No sé todavía qué, pero va a ser algo grande". De modo que Montag se vuelca en los libros pensando que ellos tienen todas las respuestas. Está seguro de que estos pondrán remedio a su infelicidad.

No tan rápido. Resulta que los libros no lo saben todo. Como señala Beatty, son contradictorios. Es imposible que contengan todas las respuestas a la vida, y de tenerlas, no nos las van a servir en bandeja de plata. Los libros ofrecen multitud de perspectivas diferentes, y corresponde al individuo no solo leer, sino leer y pensar.

Por supuesto, Montag tiene exactamente ese presentimiento cuando habla con Faber, a quien le dice: "No quiero que esto se reduzca a cambiar de acompañante, y que me digan qué hay que hacer. No hay razón para cambios si hago eso".

Lo que no tardará en aprender Montag es que la sabiduría está tan ligada a la experiencia como lo está al intelecto y al conocimiento. Para convertirse en el hombre que es al final de la novela —un hombre que se dirige a la ciudad cargado de pensamientos reveladores—, tiene que dejar atrás el mundo de la tecnología y adentrarse en el mundo de la naturaleza; tiene que ver cómo bombardean su ciudad y luego ser capaz de reponerse . Al hacerlo, experimenta la lección que lleva tratando de aprender desde la primera vez que sacó la Biblia de detrás de la rejilla del ventilador.

Lecciones aprendidas

¿De qué lección se trata? De los ciclos. Eso de "tiempo para cultivar, tiempo para cosechar". Hablamos más sobre esto en la sección (en inglés) "What's Up With the Ending?", a la que sin duda deberías echarle un vistazo.

Montag NO se da cuenta de que la vida se compone de un ciclo de construcción y destrucción leyendo acerca de esto en la Biblia, sino experimentándola. Solía pensar que el fuego era destructivo, y después lo ve como una fuerza positiva (calentar en vez de quemar). Ve cómo se destruyen los libros, y ahora es testigo de su reconstrucción en las mentes del grupo de Granger. Presencia la devastación de su ciudad, y, lleno de esperanza, se repone y continúa caminando hacia ella para completar la fase de creación del ciclo.

Puede que leyera todo esto en la Biblia de camino a casa de Faber, pero no lo llega a "comprender" hasta el final de la Tercera Parte. Es en este momento cuando se completa la transformación del personaje de Montag.