Las flores
Lo primero que oímos del pueblo es que está hecho de "unas veinte casas de madera, con patios de piedras sin flores, […] en el extremo de un cabo desértico" (3). Ahora vayamos a las conjeturas de las mujeres acerca de las habilidades del ahogado: "habría puesto tanto empeño en el trabajo que hubiera hecho brotar manantiales de entre las piedras más áridas y hubiera podido sembrar flores en los acantilados" (4). Inmediatamente, tenemos un contraste entre el mundo del pueblo y el del ahogado. Su llegada es como un salpicón de color sobre el panorama gris. Si el pueblo está seco y le falta color, el ahogado trae con él la posibilidad de manantiales brillantes y flores de colores vívidos.
Y, sin duda, esta posibilidad al poco tiempo se materializa. Mientras las mujeres se preparan para el funeral del ahogado, van a buscar flores en los pueblos vecinos. Vuelven "con otras (mujeres) que no creían lo que les contaban, y estas se fueron por más flores cuando vieron al muerto, y llevaron más y más, hasta que hubo tantas flores y tanta gente que apenas si se podía caminar" (12).
Al final de la historia, fíjate en los detalles específicos acerca del sueño del pueblo de forjar un futuro mejor:
"Iban a pintar las fachadas de colores alegres para eternizar la memoria de Esteban, y se iban a romper el espinazo excavando manantiales en las piedras y sembrando flores en los acantilados, para que en los amaneceres de los años venturosos los pasajeros de los grandes barcos despertaran sofocados por un olor de jardines en altamar." (12)
Este panorama está a años luz del "cabo desértico" que encontramos al principio del cuento.
Las flores ilustran uno de los temas principales de la historia de Márquez: la capacidad de los verdaderos grandes de inspirar a otros a la grandeza. ¿Qué tiene que ver esto con las flores? Fíjate en la sección "¿Qué pasa con el final?". Lo vamos a hilar todo.